El análisis de un experto aporta mayor rigor académico a esta interpretación. Un profesor de historia declaró a The Guardian que la demolición «demuestra el escaso interés de la Casa Blanca por la posición de primera dama». El experto trazó una comparación directa, afirmando que otra primera dama, como Michelle Obama, podría haber impugnado con éxito un plan similar. La conclusión fue que el aparente deseo de Melania de conservar su cargo «no tuvo mucha influencia», lo que la retrata como una figura con escasa capacidad de decisión en la administración de su esposo.
El simbolismo es contundente: el espacio dedicado al trabajo e iniciativas independientes de la Primera Dama ha sido literalmente demolido y reemplazado por un lugar diseñado para el entretenimiento y el espectáculo del Presidente. Esta reestructuración física del entorno de la Casa Blanca puede interpretarse como una clara declaración sobre la dinámica de poder, priorizando los proyectos que dejarán huella en el Presidente sobre el centro de poder tradicional, aunque a menudo simbólico, de la Primera Dama. Refuerza la imagen de Melania Trump como una figura discreta, a menudo ausente, cuyo ámbito no se consideraba sagrado.
