Sabiendo que su marido llevaba doce años de relación, guardó silencio. Cuando su marido estaba gravemente enfermo y agonizando, dijo algo que la asustó.


El último día

En la última semana de su vida, llegó una de sus antiguas compañeras.
Hermosa, bebé, con preciosas flores.
Pero al ver a Elena sentada junto a la cama, secando en silencio el sudor de Marco, se detuvo en seco.
Y antes de que pudiera acercarse, se dio la vuelta y se marchó.
Nadie se atrevía a discutir con una mujer que había guardado silencio durante doce años.

Marcus asintió lentamente.
Una noche, pronunció el nombre de su marido.

—Elena… —su voz era apenas audible—.
Vamos… Ya casi llegas…

Se acercó con suavidad. Mark levantó la cabeza y la apoyó en la almohada.

¿Qué quieres decir?

—Elena… —lloró Marcus, a punto de llorar—. Sé que he cometido muchos errores. Lo siento.
Pero… aún me quieres, ¿verdad?

Elena sonrió.
Una sonrisa amable, pero sin calidez.

“¿Mahal pa rin kita?” — ulit niya, parang tinik sa dila.

Tumango si Marco, umaasang oo ang isasagot niya.
Hinawakan niya ang kamay ng asawa, pinisil.

At doon, marahan siyang yumuko sa tainga ni Marco, at bumulong:

"Labindalawang taon na ang nakalipas mula nang matutunan kong hindi na kita mahal.
Naniwala ka bang nanatili ako para sa'yo? Hindi. Nanatili ako para sa mga bata —
para hindi nila ikahiya ang tatay nila.
Huwag kang mag-alala... Pag nawala ka, sasabihin ko sa kanila na isa kang mabuting ama.
Para hindi sila lumaking galit sa'yo”.

Parang pinutol ng hangin ang hininga ni Marco.
Nakatitig siya sa kanya, nanginginig, habang ang luha'y bumabagsak sa payat na mukha.
Gusto niyang magsalita, ngunit wala na siyang boses.

En los ojos de Elena no había ira,
solo  vacío.
Y fue entonces cuando lo comprendió: hacía mucho tiempo que no estaba en el corazón de esa mujer.
Mientras buscaba otros brazos, el silencio de Elena fue apagando lentamente el último vestigio de su amor.


Elena ajustó la manta, secando las lágrimas de las mejillas de su marido.

—Duérmete —dijo en voz baja—. Todo ha terminado.

En el último instante, a Mark se le escaparon las lágrimas.
Y mientras la pantalla se apagaba, lo supo: el hombre al que una vez creyó omnipotente ya no tenía remedio.

La mujer que él creía débil, la mujer a la que había dejado atrás, le mintió toda su vida—