El peso del silencio
Pieza por pieza, el sombrío rompecabezas se fue armando.
Su esposo Ramón había estado fuera por más de seis meses, trabajando lejos de casa. Durante ese tiempo, Mariel vivió sola con sus suegros
La vida, antes pacífica, se había vuelto sofocante. Lita era estricta, controlando cada detalle: las comidas, las tareas, incluso el tono de voz de Mariel. Ernesto , más reservado, simplemente repetía:
“Una buena nuera debe conocer su lugar”.
En su soledad, Mariel conoció a Tomás , un pintor de casas que trabajaba cerca.
Al principio, solo fueron conversaciones casuales, luego miradas compartidas, luego mensajes… hasta que comenzó una aventura, una que nunca debió haber permitido.
Una tarde, Lita llegó a casa antes de lo esperado y encontró a Tomás en el patio. Sus ojos se volvieron fríos.
No necesitaba una explicación; lo entendía todo.
Esa noche, estalló una violenta discusión. Ernesto , furioso, amenazó con llamar a Ramón .
Presa del pánico, Mariel les suplicó que lo mantuvieran en secreto. Pero los gritos se hicieron más fuertes.
En un momento de miedo, empujó a Lita , quien cayó con fuerza contra la esquina de una mesa.
Ernesto corrió a ayudar a su esposa, pero en la lucha, él también se desplomó
Cuando Mariel recobró el sentido, la casa estaba en silencio.
Más tarde, Tomás regresó, vio lo que había sucedido y susurró:
“Nadie puede saberlo. Entierra todo”.
Y así, Mariel enterró no solo los cuerpos, sino también sus secretos, su culpa y su humanidad, bajo los plataneros, donde continuó regando la tierra cada mañana como si nada hubiera pasado.
El juicio
Tres meses después, la sala del tribunal estaba llena.
Mariel mantuvo la cabeza gacha durante toda la audiencia.
Cuando se leyó el veredicto, rompió a llorar:
— “Si tan solo hubiera dicho la verdad desde el principio… si tan solo hubiera sabido cuándo parar…”
Desde ese día, los lugareños dicen que en las noches tranquilas, cuando el viento sopla entre las hojas de plátano detrás de la vieja casa, todavía se pueden oír sollozos débiles.
O tal vez… sea solo el susurro de una conciencia culpable.
Moraleja de la historia
Un crimen no comienza con la muerte, sino con la primera mentira que nos contamos a nosotros mismos.
La traición no solo destruye a los demás, sino que devora el alma de quien la comete.
Nota:
Esta historia es completamente ficticia.
Busca explorar la psicología humana y transmitir un mensaje moral sobre las consecuencias del engaño, el miedo y la infidelidad. Cualquier parecido con personas o eventos
reales es pura coincidencia.
