Encontramos tres cuentas en las Islas Caimán. Un traspaso reciente de $1.2 millones a nombre de una empresa registrada por su amigo —el mismo que brindó con él mientras planeaban hundirme. También hallamos un acuerdo de inversión privado que no solo me excluía, sino que usaba parte de los activos de nuestra sociedad conyugal. Thomas no solo planeaba abandonarme… planeaba hacerlo usando mi propio dinero.
El siguiente paso fue aún más silencioso. Firmé una orden de protección de activos. Desde ese momento, cualquier intento de mover, vender o hipotecar nuestras propiedades quedaba legalmente congelado. No podía tocar nada sin mi firma.
Dos días después, me pidió que fuéramos a cenar. Dijo que necesitaba tiempo a solas conmigo. Acepté. Me vestí como si no pasara nada, sonreí como si no supiera nada. Pero mi bolso tenía una grabadora encendida. Su rostro era amable, pero sus palabras comenzaron a traicionar su verdadero propósito.
—He estado pensando… últimamente te siento distante —dijo, fingiendo preocupación—. Tal vez deberíamos tomarnos un descanso. Nada oficial todavía. Solo tiempo para aclarar las cosas.
Quería que yo hiciera la primera jugada. Que pidiera el divorcio. Así él se haría la víctima. El hombre confundido, abandonado por una mujer fría e impredecible.
Yo solo asentí.
—Claro, amor —respondí—. Si crees que es lo mejor, tomémonos ese tiempo.
Volvimos a casa en silencio. Al día siguiente, él se fue a “visitar a su madre”. Se llevó una maleta. Dijo que estaría unos días fuera. Pero ya sabía la verdad: iba al condominio que había rentado hacía semanas. El que estaba a nombre de una sociedad recién creada.
Era perfecto. Su ausencia me dio libertad para actuar con fuerza. Activamos la segunda parte del plan.
Presentamos una demanda de divorcio con pruebas de manipulación financiera, intento de fraude y planificación de difamación con intención deliberada. Las pruebas eran sólidas. Había grabaciones, transferencias, incluso borradores de los mensajes falsos que planeaba divulgar sobre mí. Todo estaba documentado. Todo era irrefutable.
No lo notifiqué yo. Lo hizo un abogado, en la puerta del lujoso condominio que él pensó era su refugio.
Me llamó esa noche.
—¿Qué estás haciendo? —gruñó, su voz rota por la sorpresa.
—Lo que tú intentaste hacer primero —dije con calma—, pero esta vez, legalmente, y con pruebas.
—Esto no va a quedar así —gritó.
—No. No va a quedar así. Va a quedar justo como tiene que quedar —respondí.
Y colgué.
Me miré en el espejo esa noche. No vi a una víctima. Vi a una estratega. Vi a una mujer que protegió lo que era suyo, que esperó su momento, y lo usó con inteligencia. No por venganza. Por justicia.
La historia aún no ha terminado. Aún falta la sentencia, el juicio, las negociaciones. Pero ya no tengo miedo. Ya no estoy en silencio.
Thomas subestimó a su esposa.
Lo que no sabía… es que nunca fui su sombra.
Fui la tormenta que no vio venir.
EPISODIO 5: “Sombra No Era la Única”
Un nuevo secreto emerge del bosque… y no todo lo salvaje tiene forma de serpiente.
Cuando los vecinos finalmente lograron que la policía se adentrara en la casa vacía de la mujer desaparecida, muchos esperaban encontrar solo el eco del horror. Sin embargo, lo que descubrieron iba mucho más allá de una simple tragedia.
—¡Aquí hay algo más! —gritó uno de los agentes, al levantar una de las tablas del piso que crujía extrañamente.
Debajo del suelo de madera vieja, hallaron un compartimento oculto. Dentro: diarios, fotos viejas, y un mapa rudimentario con símbolos extraños. Pero lo que heló la sangre de todos fue un altar tallado con formas de serpientes, huesos pequeños y velas negras gastadas.
Uno de los diarios estaba abierto con la última entrada apenas legible por la humedad:
“Sombra ya no es solo una serpiente. He empezado a verla en mis sueños… con ojos humanos. Me habla. Me promete cosas. Me dice que hay otros como ella, más grandes, más antiguos. Dice que soy elegida. Pero tengo miedo. Últimamente, cuando me miro al espejo, no reconozco mis propios ojos…”
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