- A Emiliano le gustan los camiones de bomberos. Si le dices que «el camión necesita gasolina», comerá verduras con más facilidad.
- Antes de acostarlo, cuéntale un cuento corto. No tengas prisa; así dormirás más tranquilo.
Cada línea torcida hacía que a Araceli se le nublara la vista. Recordó cuando, días antes, Don Manuel le había preguntado a Emiliano qué personaje le gustaba. Recordó la pasta de dientes con estampado de superhéroes en el baño. Recordó esas mañanas en que él se levantaba temprano para preparar el desayuno y evitar que se cansara. Era su silenciosa manera de preocuparse.
Al pasar frente a su habitación, Araceli notó una luz encendida. Abrió la puerta despacio y lo vio con gafas, concentrado en un libro titulado: «Psicología infantil de 3 a 6 años». Varias páginas estaban subrayadas en rojo. En una esquina había una libreta llena de anotaciones: «Cómo tratar a un niño que llora», «Cómo hablar sin gritar».
Don Manuel se sobresaltó al verla:
"¿Te despiertas a estas horas?"
Araceli, con lágrimas en los ojos, devolvió el sobre:
“Papá, no puedo aceptar este dinero. Entiendo cómo se siente. Gracias por buscar siempre maneras de ayudarme con Emiliano”.
Él, con delicadeza, devolvió el sobre:
“Quédatelo. Considéralo mi contribución. La crianza de Emiliano es responsabilidad de toda la familia. Quizás antes no podía aportar mucho, pero ahora puedo ayudar, aunque sea con esto”.
Desde ese día en adelante, Araceli ya no cargó con todo el peso ella sola. Yo podía dormir un poco más por las mañanas, mientras Don Manuel llevaba a Emiliano al colegio. Por las tardes, cuando ella estaba cansada, él le decía:
“Ve a descansar, yo jugaré con Emiliano.”
Gracias a esos pequeños gestos, Emiliano poco a poco se fue volviendo más obediente y menos caprichoso. Y Araceli sintió alivio al percibir en aquella humilde casa un amor silencioso pero profundo: el amor de un padre, de un abuelo, de una familia.
